18.6.13

La guerra financiera que viene

En mi reciente conferencia magistral en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM (youtube.com) abordé el ominoso tema del terrorismo financiero que practica Estados Unidos como nueva arma disuasiva de destrucción masiva mediante el letal género de derivados: los hedge funds (HF: fondos de cobertura de riesgos), según James Rickards (JR).
Rickards conoce el sistema financiero de Wall Street desde sus entrañas, donde trabajó 35 años: internacionalista, abogado, banquero de inversiones, graduado de la Universidad Johns Hopkins y en el think tank Paul H. Nitze School of International Advanced Studies; fue consejero general del célebre LTCM, que con su estrepitosa quiebra inició la debacle del sistema financiero global en 1997/1998.
A James Rickards le tocó liquidar LTCM con la Reserva Federal de Nueva York y hoy es consejero de finanzas de la comunidad de Seguridad Nacional y del Pentágono. ¡Nada menos!
Autor del libro Guerra de las divisas –posterior al best-seller chino de Song Hongbing (Bajo la Lupa, 12 y 19/9/10)–, impartió una conferencia sobre la Geopolítica de las finanzas, reservas y sistema financiero global (30/9/12) en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), el mayor think tank militar británico, que versa sobre la guerra financiera.
Destaca la lucha por el crecimiento en un mundo con fuentes inadecuadas de crecimiento debido al exceso de la deuda impagable, por lo que los principales protagonistas comerciales tratan de hurtar (sic) el crecimiento uno del otro a través de devaluaciones sucesivas. Considera que dicha dinámica se despliega en años y aun en décadas pero que al final nadie gana, y cuyo resultado es: inflación, deflación y contracción del comercio mundial.
Define la guerra financiera como un daño económico: consecuencia deliberada de actos malignos; es la guerra con otros medios y forma parte de la guerra asimétrica (¡supersic!), que incluye el uso estratégico de armas de destrucción masiva (nota: atómicas, biológicas, químicas y radiológicas).
Aduce que la guerra financiera es menos familiar a los estrategas militares y políticos debido a su naturaleza muy especializada (sic) y a su reciente arribo al terreno de combate: involucra actos malignos en los mercados con acciones, bonos, divisas, materias primas y derivados financieros.
Diagnostica que en el pánico financiero de 2008 se gestó una destrucción global de riqueza por más de 60 billones de dólares (trillones en anglosajón) –casi el PIB global– y su causa se debió a la autoflagelación de sobreapalancamiento, desregulación y deficiente comprensión de las propiedades del riesgo.
La guerra financiera provocaría un pánico deliberado similar al de 2008 y cuyo objetivo serán ciertos mercados y clases de activos para infligir daño económico desproporcionado (sic) a los rivales, mientras el perpetrador resulta ileso.
Desestima un dumping instantáneo por China de la deuda de Estados Unidos (Bonos del Tesoro), ya que sería detectado a través de una red de sistemas electrónicos y de tratantes primarios controlados por el Tesoro/Reserva Federal, además de que la Casa Blanca tiene la autoridad de congelar todas las cuentas de bonos de China si su actividad comercial significa una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.
La guerra financiera empleará “canales disfrazados y elementos dispersos con el fin de que los ataques no sean detectados fácilmente en sus fuentes, por lo que los chinos y otros (sic) adoptarán técnicas ya en uso por los HF que desean esconder sus identidades (sic) e intenciones (sic) en los mercados.
El atacante, sea China, Rusia o Irán (sic), establece una red de HF en paraísos fiscales oscuros, que usarían intermediarios privados conocidos de la banca suiza para ocultar sus identidades con típicos nombres anodinos.
Cada HF sería financiado con mil millones de dólares de capital enemigo disfrazado. Así que cinco HF utilizarían 5 mil millones de dólares: menos que el costo de un solo portaviones y potencialmente más destructivo.
Los HF estarían legalmente situados en los paraísos fiscales, pero serían comercializados por empresas de gestión separadas en plazas más sofisticadas (Ginebra/Zurich/Londres), lo cual agrega otra capa de disfraz a la estructura.
Algún día, el ataque se escenificaría cuando los mercados de Estados Unidos bajen en forma significativa y su objetivo serían las grandes acciones Apple, Exxon, General Electric y otras; al unísono, adquirirían opciones de compra durante el desplome, para maximizar sus ganancias.
El ataque bursátil se extendería a los mercados de bonos, divisas y materias primas: un ataque exitoso resultaría en una pérdida de riqueza de trillones de dólares, cierre del mercado de divisas y posibles (sic) disturbios sociales.
Para contrarrestar la guerra financiera, los países necesitan desarrollar capacidades y ofensiva con el fin de crear un género de destrucción financiera asegurada mutua (MAFD), en reminiscencia de la estrategia nuclear de la era bipolar, por lo que se han desempolvado doctrinas de la guerra fría para ser reaplicadas en el mundo feliz de la guerra financiera.
Confirma que las sanciones financieras contra Irán forman parte de la guerra financiera cuando el 5/2/12 Estados Unidos desencadenó su última arma (sic) financiera: los bancos fueron advertidos de que serían eliminados del sistema de pagos del dólar si realizaban transacciones con el banco central de Irán, lo cual provocó la sequía inmediata de dólares, que desembocó en transacciones en el mercado negro: el rial (divisa persa) se desplomó “más de 40 por ciento (…) con hiperinflación, fuga de depósitos y alza de las tasas de interés, con consecuencias de malestar popular”.
Irán pudo sortear el sistema dólar mediante otros sistemas de pago (euro, yen, franco suizo) a través de sus bancos correspondientes y la Society for World Wide Interbank Financial Telecommunications (SWIFT), con sede en Bruselas.
Estados Unidos presionó exitosamente al consejo de gobierno del SWIFT para excluir a los bancos de Irán, que no podían recibir pagos por su venta de petróleo ni pagar por la importación crucial de alimentos.
Estados Unidos no percibió en su radar un efecto bumerán: Irán negocia con sus principales socios comerciales (Rusia, India y China) el desarrollo de mecanismos financieros comerciales alternativos con grandes depósitos de divisas en los bancos chinos y rusos.
Pese a las sanciones deletéreas, Irán surgió muy poderoso debido a su petróleo vital (sic) para el comercio global.
Consecuencias inesperadas: los países asiáticos y el BRICS empiezan a salirse de la hegemonía global del dólar que ha prevalecido desde 1944 y estudian la creación de un nuevo banco multilateral, lo cual arreglaría pagos alternativos para Irán.
Así, la guerra financiera de Estados Unidos contra Irán está siendo derrotada por la guerrilla financiera asimétrica del BRICS, que sugiere un nuevo sistema de pagos y una divisa que no sería necesariamente convertible a dólares sino que haría al dólar irrelevante en sus transacciones.
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