La tecnocracia no es la solución trGgl
presseurop
Milán
Vlahovic
Los Gobiernos de “expertos” propuestos en Italia y
Grecia podrían ser aptos para tomar decisiones urgentes, pero
intensificarían aún más la falta de confianza de los ciudadanos en una
democracia todavía más indirecta. Para evitarlo, la política debe
reivindicar su función.
La propuesta, ya retirada, del saliente
primer ministro griego Yorgos Papandreu para someter a referéndum
popular las políticas de austeridad impuestas por el Banco Central
Europeo dejaron de manifiesto definitivamente que el auténtico problema
sobre el rescate del euro es mucho más político que económico y que,
tarde o temprano, será necesario recabar el consenso de la ciudadanía
europea.
En Europa, los referendos han demostrado, por
desgracia, que los ciudadanos de los Estados individuales a menudo se
muestran reacios a convertirse en ciudadanos europeos. Prueba de ello
han sido los celebrados en Dinamarca en 1992, cuando se votó en contra
del Tratado de Maastricht, o los de Francia y Países Bajos en 2005, en
los que rechazaron el borrador de la Constitución Europea. También cabe
destacar el rechazo inicial de Irlanda del Tratado de Lisboa en 2008.
La auténtica crisis política actual afecta a
modelos de democracia indirecta. Conceden a los ciudadanos únicamente el
derecho a votar, mientras que todas las decisiones se delegan en los
políticos elegidos. En cualquier lugar, estas autoridades electas
parecen ser incapaces de tomar decisiones en pos del bien común.
"El Estado es el más frío de todos los monstruos"
En lugar de ello, son los sujetos pasivos de la presión de los
distintos grupos de lobby en un pesado entorno de corrupción y defienden
diversos intereses creados, de forma que la mayoría y la minoría no
pueden ejercer la mediación indispensable.Pero cuando los ciudadanos
sienten que está en peligro su nivel de vida y las premisas de su
libertad personal por los defectos políticos, surgen reacciones
violentas que desestabilizan el funcionamiento de los mismos Estados.
Y así, el pensamiento de Nietzsche vuelve a estar
vigente. En su obra maestra, "Así habló Zaratustra", escribió: “El
Estado es el más frío de todos los monstruos. Miente fríamente y ésta es
la mentira que se desliza de su boca: 'Yo, el Estado, soy el pueblo'".
Además, según Kelsen, sólo en las democracias
directas se crea realmente el orden social por parte de los titulares de
los derechos políticos, que ejercen su voluntad en asambleas populares
que tienen lugar en el Ágora, como sucedía al comienzo de la democracia
ateniense.
Este mismo principio sirvió de inspiración al
movimiento de ocupación de Wall Street, así como al movimiento no
violento de los "Indignados" en todo el mundo y centrado en estos
momentos en Grecia. En el contexto actual, se trata de la auténtica
venganza del Ágora.
Resulta aún más grave el hecho de que el BCE (o el
Fondo Monetario Internacional) ahora dicten las normas y las reglas de
las políticas de austeridad, sin que se les haya otorgado la soberanía
para hacerlo. Este control anómalo (¿y tecnócrata?) sobre las economías
de los Estados miembros podría producir tres posibles consecuencias.
La vendetta del Ágora
La primera, y con diferencia la más problemática, es que una serie de
Estados se verían obligados a dejar la eurozona, creando así el tipo de
caos financiero global que, tal y como señaló el presidente Barack
Obama durante las reuniones del G20, temen incluso en Estados Unidos, un
país con graves problemas por motivos casi idénticos.
La segunda consiste, inconcebiblemente, en un euro
dividido en dos, con la mitad más fuerte correspondiente a los Estados
cuyas economías están más ordenadas, como Alemania y los países europeos
del norte, y la mitad más débil relacionada con los países del sur de
Europa, en riesgo de quiebra.
La tercera hipótesis resolvería todos los problemas
actuales. Impone que se trabaje para finalizar el diseño político
original de Europa, como una entidad “libre y unida”, citando el
Manifiesto de Atenas. Precisamente esta era la intención de los padres
fundadores de Europa.
Si se logra este objetivo, el gobierno
financiero-tecnócrata y ciego, que hasta ahora únicamente ha producido
desigualdades entre los ciudadanos de los Estados miembros individuales,
cedería el terreno de juego a la política, que emplea la democracia
deliberada para crear una ciudadanía realmente europea a la que
pertenecen todas las personas, basada en los valores de la paridad y la
igualdad y de los que he hablado en repetidas ocasiones.
Esta es la única solución que evita “la vendetta
del Ágora”, la única que acaba con las disparidades entre los ciudadanos
de los Estados miembros y que consolida, en el contexto de una Europa
federal, una presencia fidedigna y no dispersa.
Una Europa así, junto a Estados Unidos, China y las
naciones emergentes, podría sentarse a negociar y exponer nuevas
fórmulas para evitar los desastres y las ansiedades que ha creado el
proceso de la globalización, y luchar contra ellos.
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