Por: Valentina Pérez Botero
Twitter: @vpbotero3_0
La caducidad de los objetos tecnológicos y la rotación, casi inherente, que se impone con la oferta de nuevos modelos, han acrecentado la producción de basura eléctrónica y eléctrica. Para los países, el reto se multiplica: reducir la cantidad de desperdicios, separar sus componentes más contaminantes y reutilizar los objetos.
En Europa, el 85 por ciento de la basura tecnológica llega a vertederos sin antes haber sido tratada ni separada. El número se potencia si se considera que el 4 por ciento de la basura total de ese continente es eléctrica y electrónica.
Aunque la administración de la basura es compleja en sí, el mal manejo y la poca atención hacia este nuevo tipo de desperdicios es que su poder contaminante es mucho mayor porque sus componentes liberan al ambiente metales pesados como mercurio y litio.
Aunque en algunas capitales latinoamericanas ya existen recipientes específicos para baterías –de celulares, computadores y pilas convencionales- la labor de separación y tratamiento de estos residuos es mucho más compleja.
Iniciativas locales en el Distrito Federal, en México, de recoger la basura tecnológica en el Mercado del Trueque, permite encausar institucionalmente estos desperdicios para darle un correcto tratamiento y además encontrar el valor económico que puede tener la basura si se le trata de manera adecuada.
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