“Esta lucha no es sólo de los chilenos, sino de todos los jóvenes del mundo”: Camila Vallejo
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Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile
Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH)
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Por una educación incluyente en Chile
No se rinden los estudiantes en Chile
Crisis de la educación en Chile: Lo que se viene
El grito legítimo de la sociedad chilena
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Santiago de Chile. Un
renovado movimiento estudiantil crece en Chile desde mayo de este año.
Son ya seis meses de protestas en las calles, asambleas y articulaciones
con otros sectores de la sociedad, bajo la demanda primera de un nuevo
modelo de educación que se traduce en una demanda contra el sistema
neoliberal en general.
Camila Vallejo, una joven de 23 años
estudiante de la carrera de Geografía, se convirtió en una de las
figuras visibles del movimiento más importante en Chile desde la llegada
de la Concertación. Presidenta de la Federación de Estudiantes de la
Universidad de Chile, militante de las Juventudes Comunistas, Camila
habla en entrevista con Desinformémonos de los retos y esperanzas del
movimiento, de los logros obtenidos y de los temores actuales. En la
primera entrevista concedida a un medio de comunicación mexicano, Camila
saluda a los estudiantes de la UNAM y envía un mensaje a los jóvenes de
América Latina.
A continuación la entrevista completa:
¿Qué es ser de izquierda hoy?
Primero hay que entender que es
necesario hacer cambios profundos en la sociedad y el sistema
político-económico y cultural, que es la estructura, pero además la
conciencia de que eso requiere hacer acción colectiva, trabajo colectivo
y trabajar de manera organizada y en unidad. En segundo lugar, esa
transformación tiene que ir en pos de recobrar la soberanía de los
distintos pueblos; particularmente en Chile, que esa soberanía no
solamente se traduzca en la recuperación de lo recursos naturales, sino
también en el poder distribuir de mejor forma el poder político, una
democracia mucho más colectiva, mucho más participativa que implica
generar a nivel institucional los espacios necesarios para que sean las
distintas sociedades las que tomen en sus propias manos la construcción
del futuro, y eso con el principio básico de apostar mayor justicia
social, que pasa tanto por justicia distributiva como justicia
productiva y, en ese sentido, no sólo se mete en la recuperación de los
medios de producción materiales sino también culturales, en el
conocimiento, tienen que democratizarse. Creo que ese es el gran desafío
hoy día de la izquierda.
¿Por qué este movimiento surge ahora, 23
años después del término de la dictadura? ¿Por qué tenía que pasar
tanto tiempo? Parecía que en Chile no pasaba nada…
En Chile siempre están pasando cosas, lo
que pasa es que hacia afuera no se muestra eso, hacia afuera se dice
que somos unos jaguares de Latinoamérica, que somos un país ejemplar,
con un modelo educacional ejemplar, que tenemos una estabilidad a nivel
de gobierno muy clara, un abrupto crecimiento económico, que hemos
atacado a la pobreza, pero no se muestra cómo se han ido acumulando
ciertos descontentos sociales producto de luchas que no han tenido un
buen final.
Hemos tenido movilizaciones no tan
masivas como ésta, pero que han sido importantes, que han planteado
cambios sobre la mesa y aún así nuestra institucionalidad política no
les ha permitido expresarse y que esa opinión se traduzca en algo
vinculante, como un proyecto de ley; entonces hay una acumulación de
descontento que obviamente tiene que ver también con el desarrollo, la
perpetuación y la profundización de la desigualdad en nuestro país, un
país que ha combatido la pobreza, la indigencia y donde, sin embargo, la
desigualdad se acrecienta cada vez más, y lo peor, es que la gente ha
tomado conciencia de que esa desigualdad no es por mero continuismo de
algo, sino que se está reproduciendo producto del sistema imperante que
fue instaurado a fuerza en la dictadura. Ahí se refleja que este
estallido social, como se le ha señalado, no es algo espontáneo sino que
viene de toda esa acumulación y maduración de luchas sociales
anteriores.
¿Por qué ustedes tienen tanto apoyo y tanta simpatía de la gente y no sólo en Chile? ¿Esperaban una reacción así al principio?
Creo que atacamos problemas medulares
del sistema y creo que eso ha generado transversalidad. Esta no es una
lucha gremial, por la defensa de algo corporativo o algo que no
involucre directamente a los estudiantes, sino que la problemática que
se ha planteado y la demanda que se erige es una demanda social, que es
para todos, no solamente para la actual generación sino que para la
futura, y eso ha generado simpatía y ha también despertado la conciencia
de mucha gente, devolviendo la esperanza a quienes habían luchado
anteriormente pero por temor no siguieron luchando, y creo que eso ha
sido la principal riqueza de este movimiento: la transversalidad, el
despertar de la conciencia, el atacar el problema medular y por sobre
todo la consecuencia del movimiento; creo que no hemos tranzado, no por
intransigencia sino por responsabilidad ante cuestiones que para
nosotros son éticas y morales, que son lucha legítima. En ese aspecto
creo que se ha generado el mayor respaldo social a este movimiento.
¿Cuáles son los miedos y las esperanzas de este movimiento después de tantos meses?
La esperanza es mucha, porque se ve que
Chile ya no es el mismo de antes, que a partir de esto hay un despertar
pero también un cambio o el inicio de un cambio en la estructura mental,
que no está todavía, pero se vislumbra; y que a partir de aquí se
pueden desarrollar procesos de construcción mucho más arraigados en la
base social que posibiliten reconstruir el tejido social que se ha
destruido durante la dictadura.
El temor más grande es el que esto se
mantenga de manera lineal y que no tenga éxito, y que la frustración sea
tan grande que el repliegue también sea muy prolongado. En ese sentido,
el cómo poder hacer ahora, por ejemplo, repliegue táctico para la
acumulación de fuerza y para replantearse la estrategia, dado que el
gobierno no está haciendo nada, creo que es el mayor temor- “¿Qué va a
pasar con esto?”, no solamente lo decía Lenin, sino que otros grandes
intelectuales hablaban de cómo tienen que darse las luchas sociales, es
que hay momentos donde uno no puede hacer sólo presión, presión,
presión, inertemente, sino que uno también tiene que tomar el pulso,
retroceder y volver a presionar con más fuerza. Y creo que eso falta, y
todavía no lo hemos podido aplicar.
¿Qué lugar ocupa la tecnología en la
vida cotidiana de los jóvenes chilenos? ¿Qué valor dan ustedes a las
redes sociales? ¿Han sido realmente tan importantes para este
movimiento?
Son una herramienta dinamizadora de los
flujos de información, de las convocatorias, creo que han permitido
mayor fluidez pero no han sido el factor determinante para la
articulación de un movimiento amplio y masivo. Creo que eso se trabaja
en el seno de la organización, de una forma personalizada. Es decir,
este movimiento no se levantó gracias a las redes sociales. Se levanta
la construcción que viene desarrollándose desde hace muchos años. Son
las organizaciones, es su maduración política orgánica, la articulación
que se ha generado con otros espacios. El rol de las redes sociales ha
sido dinamizar pero no para construir el movimiento; la construcción ha
sido del trabajo personal, no mediatizado por Facebook, ni Internet o
Twitter.
¿Cómo participa el pueblo mapuche en las movilizaciones estudiantiles?
El pueblo mapuche es un actor que aunque
no es mayoritario, sí se ha integrado a este proceso. No solamente por
la demanda histórica de la recuperación de sus tierras es mucho más
antigua que la nuestra, sino porque la problemática de la educación es
mucho más integral de lo que pensábamos. De cómo se forma, cómo se
educa. Es a través del proceso de educación que se respetan las
distintas identidades, y en este caso, el considerar como una nación a
un pueblo que no es el mismo que el pueblo chileno, que es el pueblo
mapuche, que es distinto. Entonces, el proyecto educativo que nosotros
creemos que hay que crear para el futuro tiene involucrar la realidad
del pueblo mapuche: su historia, su construcción, su visión de sociedad,
su visión de futuro, su relación con el medio; esas cosas nosotros no
solamente tenemos que planteárnoslas como un desafío para involucrarlas
en el sistema educacional, sino como una cuestión aparte, también
tenemos que retroalimentarnos de ese conocimiento. Ahí ha jugado un
papel muy importante el pueblo mapuche con la integración particular de
la Federación Mapuche de Estudiantes a la Confech, que nos ha permitido
repensar el proyecto educativo con este factor.
¿Cuál es el rol de la prensa y de los periodistas en este proceso?
Son un poder fáctico. La prensa en Chile
está muy manejada por los grandes grupos económicos, juega en gran
medida a favor de los intereses del gobierno, obviamente. Todos
conocemos los duopolios que hay detrás de los grandes medios de
comunicación. En este proceso, al menos al principio, dispuso muy bien
la opinión pública a lo que estaba sucediendo porque no había otra,
porque era muy masiva la manifestación, muy creativa, muy diversa,
alegre; ahí el rol que juegan los medios también tenía que ser un poco
más imparcial. Sin embargo, con el desarrollo del conflicto ha llegado
el punto en que no se soluciona nada con el gobierno y los medios han
tomado otra estrategia, ya clara de indisponer a la opinión pública ante
el movimiento estudiantil, los movimientos sociales, y si uno lo ve en
las calles, la disposición se centra en la supuesta delincuencia, en la
violencia, en la necesidad de poner mano dura, de criminalizar la
protesta social; entonces, obviamente, los medios de comunicación son
del sistema –un sistema comunicacional- en que se permite reproducir la
hegemonía de un discurso dominante, un discurso que proviene
particularmente del gobierno actual, de los sectores más reaccionarios.
Otra cosa son los medios alternativos,
la radio; ellos juegan un rol que se ha estado diversificando y
ampliando más, producto de la necesidad de comunicar de mejor forma lo
que está sucediendo. Con más objetividad, un poco más a favor de lo que
es realmente el movimiento estudiantil.
¿En qué momento sintieron que este movimiento tendría tanta fuerza?
La verdad es que nos ha sorprendido a
todos. En la primera manifestación no esperábamos más de 3 mil personas y
llegaron alrededor de 10 mil; ahí fue la primera vez que nos
sorprendimos. Luego vino la segunda y la tercera crecía y no paraba y no
paraba y todos nos sorprendimos; cada manifestación que convocamos
adhería más gente.
La verdad es que sí hubo una sorpresa
continua durante todo este tiempo y en algún momento sí pensamos “chuta,
esto tomó un salto cualitativo mayor”. Nosotros siempre supimos que la
demanda partía de algo simple, concreto: el endeudamiento, el problema
del financiamiento, llegando a las propuestas más políticas, el sistema
educacional que queremos y una cuestión mucho más social –y política,
también- que tiene que ver con el cuestionamiento del modelo de
desarrollo que hay en Chile. Entonces empezamos a ver que la demanda no
era sectorial, sino que era multisectorial, un problema más sistémico;
que había una totalidad de sectores y que todos estaban afectados
producto de este modelo de desarrollo que produce desigualdad, que
produce injusticia, que no garantiza los derechos fundamentales.
En determinado momento nos dimos cuenta
de que estábamos dando un salto cualitativo y que aquí no solamente se
cuestionaba la calidad de la educación, sino la calidad de nuestra
democracia, una democracia coja, débil, que requiere replantearse,
reformularse y, en ese cuestionamiento, empiezan a involucrarse otras
muchas organizaciones, muchos otros sectores, donde está la principal
riqueza del movimiento actual. Se involucran trabajadores, pobladores,
movimientos ecologistas, homosexuales, etcétera. Todas las minorías con
planteamientos de mayorías.
Una vez, hablando de los partidos
oficiales de la izquierda de México, el subcomandante Marcos dijo que
son “la mano izquierda de la derecha”. ¿Esta identificación sería válida
para la Concertación también?
Sí, claro que sí. Finalmente la
Concertación es la otra derecha. La verdad es que en Chile nunca tuvimos
socialdemocracia. Nunca tuvimos un regreso a la democracia dentro de un
proceso de transición; es como una transición que nunca termina, pero
que es más que nada la administración del modelo impuesto en la
dictadura que nunca lograron cuestionar a pesar de que tuvieron las
posibilidades y el quórum necesario para hacer un cambio estructural,
porque se acomodaron en el modelo neoliberal que les generó también un
beneficio, en el ámbito de la educación, por ejemplo.
La Concertación tiene un conflicto de
interés. Tiene escuelas, tiene universidades, etcétera. Entonces toda
esta crítica, toda esta desconfianza que surge de los jóvenes y en
general de la sociedad en su conjunto hacia la Concertación se
justifica, y ahí la Concertación tiene que hacerse cargo. Tiene que
hacerse cargo de todo lo hecho y de capitalizar políticamente esto o que
impere el oportunismo político; tiene que haber humildad y tiene que
haber una autocrítica muy fuerte.
La Revolución de los pingüinos
Durante la revolución de los pingüinos
yo estaba en el primer año de la Universidad; claro, yo lo veía como una
cuestión impresionante, impactante a nivel de masividad. Fue mucho más
corta, más breve, esa manifestación.
Mi opinión personal es que se perdió la
oportunidad de llamar a otros sectores; creo que los estudiantes
secundarios quisieron jugar un papel protagónico. Creo que ellos
quisieron ser protagónicos en ese momento y no involucrar a otros
sectores; pensaban en los universitarios como “apoyen pero no sean parte
de”. Entonces creo que hubo una marginación, que a lo mejor es
entendible y legítima en ese momento, para no mezclar elementos y
apostar a una demanda central y para que nadie instrumentalice el
movimiento; había una oportunidad real de hacer una cuestión más
transversal y de mayor presión porque entró una instancia de negociación
con la Comisión Asesora Presidencial en donde no hubo una buena
preparación, donde no hubo una correlación de fuerza y se terminó por
traicionar rápidamente por parte de la clase política y eso generó un
golpe y una frustración muy grandes, que lo cortó de tajo. Pero eso
también nos ayudó a nosotros a madurar y a tener esos elementos para no
caer en el mismo juego, nos sirvió como experiencia y por eso, también,
esto ha durado tanto y no ha caído tampoco en el juego de la
manipulación de nadie.
Cuando el movimiento de estudiantes
chilenos recién estaba prendiendo, la prensa que no sabía ni escribir
correctamente tu apellido, de inmediato te tildó de “líder” de este
movimiento. Parece que en estos tiempos, después de la caída de los
“socialismos reales”, que tal vez no fueron tan reales ni tan
socialismos, la gente y los jóvenes no quieren más líderes ni
vanguardias iluminadas… Vivimos una necesidad de replantear el tema del
poder no sólo fuera sino también dentro de nuestros movimientos…
¿Cómo
ves este tema? ¿te sientes una líder, una dirigente, una coordinadora,
una vocera?
Yo creo que la historia nos puso acá. No
creo que seamos líderes natos, yo creo que las circunstancias me
obligaron a estar aquí; podría haber estado otro. Y nos tocó a los
dirigentes en este momento. Creo que este movimiento se debe
principalmente al trabajo de todos, no principalmente a las caras más
visibles sino a todos los que construyen día a día esto. No porque
salgan a marchar, sino que construyen desde la asamblea, desde la
articulación con otras organizaciones, y, en ese sentido, comparto la
idea de que el poder no tiene que estar concentrado en un liderazgo sino
en la base del movimiento. Y eso es un desafío también, porque hoy día
no existe la revocación de poder, o sea, todavía se plantea como la
problemática, la demanda y la exigencia, lo mismo de siempre, pero no
está la real conciencia todavía, aunque es un potencial que se está
generando, el de hacerse cargo, de el “hagámonos cargo de lo que estamos
pidiendo”, sabiendo que es una lucha de largo plazo.
Nosotros no depositamos un cheque en
blanco cada cuatro años en quienes supuestamente delegamos la
responsabilidad de hacer cambios, sino que nosotros mismos nos hacemos
cargo de eso. Ahora, yo creo que todavía existe mucho, y no solamente a
nivel nacional sino a nivel mundial, la necesidad de ver el tema de los
liderazgos, estos héroes que siempre se tratan de instalar en la
historia, de que haya héroes que encabecen procesos y la gente como que
siente esa necesidad para retomar la esperanza, pero creo que hay que
replantearse eso, hacer prevalecer la idea de que el poder y la
conducción tienen que ser en masa. Eso es fundamental, y en Chile de
alguna manera, se ha desarrollado así, a pesar de que los medios
instalan mucho a la personificación.
En los últimos 5 meses te convertiste en
una persona muy conocida y querida por la gente, no sólo en Chile. Hay
quienes dicen que las personas con el poder o la fama siempre se
transforman. ¿Cuál ha sido tu experiencia con este tema?
No sé si me da tiempo para que me suban
humos a la cabeza. Creo que todavía me cuesta asimilar el impacto que
tiene esto en la gente. Es que muchos se focalizan en yo, yo, mí… Pero
creo que no. Creo que tenemos los pies muy sobre la tierra.
Si escuchas a los políticos profesionales, la palabra yo es la más frecuente…
Sí, en los políticos profesionales, pero
hablando del movimiento creo que no, hemos sabido equilibrar esta
situación y siempre decimos eso también. Creo que es importante
recalcarlo, porque muchas veces vamos a foros o charlas y se nos aplaude
no por ser nosotros. Los aplausos tienen que ser para todos nuestros
compañeros que en estos momentos se lo merecen. Y nosotros estamos en
las cámaras, y en las reuniones y haciendo mil cosas, pero se olvidan de
todo el trabajo que están haciendo los compañeros y sin ellos esto no
sería posible. Quienes están construyendo la base de este movimiento son
todos los estudiantes, trabajadores, profesores que trabajan a diario.
Eso lo tenemos muy claro, y creo que ha ayudado mucho a no permitir que
no se nos suban los humos a la cabeza.
Influencias y referentes históricos
Quizás sea por la cultura que yo recibo
de mi partido, pero creo que no hay que ser comunista para valorar y
admirar a Violeta, Víctor Jara y Allende. Ellos son los que más admiro
como luchadores en el ámbito de la cultura y la política, o sea, eran
trabajadores de la cultura y además militantes de un proyecto de
construcción, de transformación para mayorías, y sacrificaron todo por
eso. Esos son personajes por los que siento mucha admiración y tantos
otros que vienen de antes como (Luis Emilio) Recabarren. Y de
Latinoamérica hay varios, pero quizás son más intelectuales: Mariátegui,
Galeano, el Che, pero a mí me genera mucho más cercanía y admiración el
rol de los trabajadores de la cultura y Salvador Allende, que merecen
todo mi respeto y admiración.
¿Qué te gustaría decir a los jóvenes de México y América Latina?
A los de México que muchas gracias por
el ejemplo de lucha; ellos, los de la UNAM, nos mostraron que sí se
puede, y eso es para nosotros muy esperanzador. Y a los jóvenes de
Latinoamérica en general que asuman con responsabilidad lo que se ha
impulsado, en el sentido de que es necesario siempre regirse por algunos
principios; primero, fortalecer nuestras organizaciones, pues son un
hilo que a sudor, sangre y lágrimas todos hemos conquistado, hay que
resguardarlas y protegerlas porque son nuestro patrimonio, son nuestra
principal herramienta para la construcción de una sociedad distinta. La
unidad, a pesar de las diferencias, mantenerla siempre. Las izquierdas
son muchas en todos los países; tienen que ser construidas a pesar de
esta diferencia. Nuestro enemigo es uno sólo, no está adentro. Por otro
lado, entender que las grandes transformaciones no las hacen sólo los
estudiantes; hay que involucrar a los trabajadores, a nuestras familias,
y hay que tener buenas estrategias de comunicación.
Muchas veces
creemos que cualquier persona puede entender lo que estamos planteando
pero no es así; hay que apostar al sentido común aunque sea el menos
común de los sentidos muchas veces, pero hay que apostar a un lenguaje
que llegue hasta al más humilde, al más pobre. Y eso es algo que tenemos
que tratar con inteligencia, sin perder el contenido. Es una
recomendación, y a seguir adelante, que esta lucha no es solamente de
los chilenos sino que es una lucha de todos los jóvenes, de todos los
estudiantes de todos los pueblos en el mundo, que es la lucha por la
dignidad humana y por la recuperación de nuestros derechos para alcanzar
esa dignidad que todos queremos, y sociedades más humanas.
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