TOMÀS DELCLÓS - Barcelona - 06/07/2011
Un grupo de ciudadanos ha fundado en Suiza el partido Anti-PowerPoint,
el popular programa de presentaciones visuales de Microsoft. En su web
exponen sus principios programáticos. No pretenden, dicen, que se
prohíba el programa si no abolir el uso obligado que se hace del mismo
en corporaciones y universidades y que quienes decidan no emplearlo no
se vean obligados a dar explicaciones.
"Queremos que el número de aburridas presentaciones con PowerPoint
decrezca en el planeta y que la media de las presentaciones pueda ser
más excitante". Los promotores han escogido Suiza como sede de la
organización porque, afirman, en aquel país cualquier ciudadano del
mundo puede inscribirse en un partido. Y Anti-PowerPoint tiene voluntad
de convertirse en un movimiento mundial. Según sus cálculos podrían ser
el cuatro partido de Suiza en número de militantes. "No temas, se trata
de un movimiento con un único objetivo. No perseguimos otras finalidades
políticas", proclaman en la web. Su pretensión es convertirse en los
abogados de los 250 millones de personas que cada mes están obligadas a
asistir a aburridas presentaciones en empresas, centros académicos...
El debate sobre PowerPoint no es nuevo. El año pasado, un periodista francés, Franck Frommer, publicó el libro El pensamiento PowerPoint: indagación sobre este programa que te vuelve estúpido.
Usado por 500 millones de personas, aunque la cifra es imprecisa dado
que va en el paquete de Office, es una prótesis inevitable en muchas
charlas donde, con fatídica frecuencia, el conferenciante se limita a
repetir las frases que proyecta en la pantalla del auditorio.
No
es el primer libro que quiere prevenir sobre los efectos perversos en el
discurso y en el razonamiento que tiene acostumbrarse a presentar un
argumento a base de diapositivas, con PowerPoint. De hecho, en la web
del citado partido ofrecen a quien se inscriba el libro de M. Poehm The PowerPoint Fallacy con una notable rebaja en el precio.
"Interesa más la exhibición que la demostración y
busca hipnotizar al público y limitar su capacidad de razonamiento". Se
usan eslóganes, verbos en infinitivo... "Muchas veces se incorporan
imágenes que no tienen nada que ver con lo que se está diciendo,
simplemente como adorno o anestésico. La puesta en escena pide una sala
oscurecida en la que la gente está atenta a la pantalla y consume 15
diapositivas en media hora. Cuando abandonas la sala, saturado de
imágenes, prácticamente lo habrás olvidado".
Desde luego hay
personas que lo utilizan con inteligencia, pero al autor le interesa lo
que implica de "contaminación del discurso".
"En muchas
organizaciones quien usa una presentación en PowerPoint no se siente
responsable de lo que dice. Considera que no le compromete porque él no
lo ha creado". Es el mensaje institucional que el orador, simplemente,
repite.
Un aspecto que preocupa a Frommer es el empleo de este
programa en la educación. "Anula el intercambio, no hay interacción",
subraya.
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